"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"
Cuarto de invitados
Mario Muchnik, editor
"La búsqueda del éxito nunca ha tenido sus frutos"
Por Esther Peñas
09/09/2011
Imágenes: Jorge Villa
Hay que frenarle si de lo que se habla es de libros. Normal, el libro es su vida. Pero cuesta hacerlo. Primero, porque tiene la cadencia hipnótica clásica de los argentinos; segundo, porque lo que cuenta es suculento. Cuando menciona un título, es capaz de abrir el apetito. Mario Muchnik (Buenos Aires, 1931) es un hito en la edición en castellano. Fundó Muchnik Editores (hoy ‘El Aleph’) y ha trabajado en los grandes sellos europeos. Ahora reedita ‘Oficio editor’, ampliado, una detallada cartografía sobre todo lo que concierne a la literatura hecha papel.
Papillón le dedicó un libro haciendo alusión a los argentinos, “esos tipos locos y generosos”. Un editor ¿de qué tiene más, de lo primero o de lo segundo?
Generosidad ninguna, no hay por qué ser generoso, se puede ser un buen editor siendo un rácano, hay casos por todos conocidos. Sin embargo, la locura es condición sine qua nom porque hay un elemento en la edición fatal para la economía individual del editor. El libro, desde que lo inventó Gütenberg, es un objeto que no se vende de por sí, hay que hacer un esfuerzo para que se venda. Evidentemente, hay momentos mejores y peores, pero ni siquiera los buenos son brillantes. Los libros se venden poco y lentamente. Ya lo decía Jaime Salinas pocos meses antes de fallecer, que había que estar muy loco para meterse a editor.
¿Se ha profesionalizado el oficio de escritor?
Depende de lo que entiendas por profesionalizar… es difícil ser más profesional de la escritura que Cervantes. Pero entiendo que te refieres a que los escritores, de pronto, empiezan a dejarse guiar por los beneficios de su trabajo. Eso es metalizarse, algo peor que convertirse en funcionario de la escritura, es perder el norte. Por eso creo que todas las artes ligadas al libro deberían estar subvencionadas, de manera que la gente tuviera que trabajar sin la incomodidad de ganar dinero. Que el escritor ha de estar remunerado nadie lo pone en duda, pero quien escribe pensando en el dinero deja de ser un artista. Automáticamente.
"Los libros se venden poco y lentamente. Ya lo decía Jaime Salinas pocos meses antes de fallecer, que había que estar muy loco para meterse a editor"
Pero un editor tendrá que pensar en las ganancias, digo yo… siquiera un tanto.
Te diré una cosa: cuando me dedicaba al periodismo, todos los lunes tenía que entregar una pieza de 2.500 pulsaciones. Cuando lo hacía, sentía hasta qué punto menospreciaba algo, no sabría decirte qué, pero así era. Un texto no puede estar pendiente de otra cosa que no sea sí mismo.
No me interesó nunca buscar los medios de supervivencia a través de la escritura. Los libros de los que soy autor nunca se vendieron bien, aunque del primero de ellos se vendieron cerca de los ocho mil ejemplares, lo cual no está nada mal a mi modo de ver. Tampoco un editor piensa en hacer dinero. Sencillamente porque nunca se sabe qué es lo que comprará el público.
"Un texto no puede estar pendiente de otra cosa que no sea sí mismo"
Déjeme que insista: hay autores muy reputados que son auténticas cajas registradoras…
Sí, hay escritores que son profesionales de hacer dinero y no de la escritura, y conocen las triquiñuelas que se requieren para poder vivir de la escritura, no son muchos, pero por lo general son los que más venden. Stephen King, Grissan, Follet, Vargas Llosa, García Márquez… todos ellos tiene una visión muy clara del valor económico de cada línea que escriben. Lo inquietante es cuando uno se encuentra con un escritor joven obsesionado con ganarle la partida al público y hacer que se venda su libro, pero no lo logra. Resulta patético.
Es que escribir para no ser leído no seduce, la verdad…
Tener una actitud olímpica con respecto de la propia escritura, la actitud que tenía Beckett con sus libros, por ejemplo, es extraño, pero no debería ser extraño, tendría que ser normal, porque lo normal es que si tú escribes es que esperes que no se venda tu libro. Eso es lo normal. Lo insólito es el caso de libros como ‘El código da Vinci’ o ‘Millenium’. ¿Quién iba a pensar que tendrían tanto éxito? Ni sus propios autores.
Entonces desengáñeme de una vez por todas: no hay fórmula alguna para los súperventas…
No, no hay receta alguna para que un libro se venda bien. Es algo que siempre se sabe a posteriori. No conozco un solo editor, y he tratado con muchísimos, que me haya dicho alguna vez que sabía de antemano que tal o cual libro iba a ser un éxito de ventas.
Los buenos editores saben que hay libros que tocan fibras de tipo social mucho más amplias y, por tanto, más susceptibles de llegar a más gente, y otros libros que están escritos para minorías.
Que un libro se venda poco no es una vergüenza. En todo caso es decepcionante para quienes esperaban otra cosa.
De acuerdo, es imposible prever la respuesta comercial pero, ¿tampoco se puede reconocer un libro redondo, una pequeña obra maestra? ¿No hay un pálpito íntimo, un júbilo sosegado, persistente, que nos avisa de que estamos ante algo realmente bueno?
No se puede saber. No es posible saberlo. Hesserl, autor de ‘Indignaos’, en ningún momento, mientras escribió esas noventa páginas, pensó vender lo que vendió, fue una sorpresa. De otro modo todos harían eso, se dedicarían a escribir best seller. No es el caso, no es así. Insisto, lo normal es que un libro no se venda. Que uno tenga entre las manos un libro que se convierta con el tiempo en un clásico sólo puede saberse precisamente con el tiempo.
"‘Harry Potter’ es una buena coartada para no leer otra cosa. Se quedan en él. No sirve de puente, ni de nexo"
Pensé que un editor tendría sus propias estrategias para que un título encandile…
Si por cada libro que vendiese regalase una cafetera, o caramelos, o condones, sin duda vendería más, pero no se trata de eso, no es una ciencia exacta. Ni mucho menos. Es un misterio. No se puede saber. Si se pudiera, los editores haríamos caprichos (Beckett, Conrad, qué sé yo) y libros de éxito. Verás, hace años compré los derechos de un diccionario de la Biblia, un tomo de muchas páginas, cuyo original estaba traducido y publicado por el ‘Reader Digest’. Pensé que sería un buen reclamo colocarlo en cubierta y estaba convencido de que se vendería bien. Fue un clavo tremendo.
¿Un clavo?
Un fracaso rotundo. Vendimos poquísimos ejemplares.
Cita en su libro expresamente dos obras comerciales a las que achaca escaso valor literario, ‘Harry Potter’ y ‘El código da Vinci’. Sin embargo, he hablado con más de un escritor consagrado que afirma que mientras los jóvenes lean, bienvenidos sean las sagas de magos. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Al primero al que oí este argumento fue a George Steiner. Él pensaba que los chicos que leían ‘Harry Potter’ dejaban de jugar a los vídeos juegos. Estaba convencido de que ‘Harry Potter’ era una vía de acceso a la lectura para principiantes. Años después ya no pensaba así. Se dio cuenta –yo ya lo sabía- de que ‘Harry Potter’ es, en definitiva, una buena coartada para no leer otra cosa. Se quedan en él. No sirve de puente, ni de nexo, ni de vaso comunicante.
¿Qué leía usted de niño?
Salgari, Julio Verne, Edmundo de Amicis…No había libros para niños. ‘La isla de tesoro’, de hecho, la escribió Stevenson para adultos. A mí me fascinó.
Hablaba antes de la magia de que un libro se convierta en un éxito de ventas…
Es que, para mi, ‘La conjura de los necios’, que se sigue vendiendo, y bastante bien a día de hoy, es un best seller. Y para ese tipo de libros no hay fórmula posible. Ni siquiera la tienen los escritores. Stephen King, por ejemplo, ha escrito libros de tirada colosal, inimaginable aquí, de decenas de millones de ejemplares sólo en Estados Unidos. En cambio otros de sus títulos apenas llegaron a las 50.000 copias. ¿Por qué? Nadie lo sabe.
Pienso en autores como Vila Matas que, un buen día, abandonan a su editor de toda la vida (en este caso a Jorge Herralde), por lo general por cuestiones económicas. Cuando eso sucede, ¿le resulta comprensible, irremediable, desagradecido, desleal..?
Según el editor. Hay quien se enferma cuando un autor lo deja. Pero si tu mujer te deja, ¿qué vas a hacer? La dejas ir, mala suerte. Tal vez regrese, tal vez vuelva, pero no puedes forzar a un autor a estar toda la vida contigo. Jorge Herralde publica unos 80 títulos al año. Eso supone que, en diez años, ha publicado 800 autores. Cada uno de ellos escribe un libro, pero lo normal es que escriba otro. Herralde tampoco puede ser fiel a todos sus autores porque, para serlo, tendría primero que editar más libros y, segundo, editar menos autores, y con esa actitud se cerraría las puertas a los hallazgos, a las tendencias literarias, a los jóvenes autores, menoscabaría su oficio de buscador de pepitas no ya de oro, sino de materia gris. No debería haber amargura en el editor abandonado.
Suena a tango esa última frase…
Pero con bandoneón… Un editor no puede sentirse decepcionado cuando un autor cambia de editorial, al igual que un autor tampoco ha de sentirse abandonado por el editor que le rechaza un libro o pospone su publicación a cuatro años vista. Porque las cosas funcionan así, el editor planifica sus títulos.
"Un editor ya no tiene como objetivo la maravilla de un texto nuevo, que también, sino que se deja guiar más por el éxito, y la búsqueda del éxito nunca ha dado frutos"
¿Cómo se toman los autores que un editor rechace una obra?
Yo digo la verdad invariablemente, les escribo cartas muy reservadas, lo hago por escrito para no echarme atrás sobre algo que dije… Son cartas muy meditadas, al fin y al cabo tampoco son tantas. Pero es que la mayor parte de lo que le llega a un editor es basura escrita por veleidosos dispuestos a barrer el piso de la editorial con tal de que se le publique un libro.
¿Por qué hay tanta gente con un manuscrito bajo el brazo deseando que se lo publiquen?
Qué sé yo… nunca logré comprender qué lleva a tanta gente a escribir… Pienso en Kafka, Conrad, Twain, gente que no podía estar un solo día sin escribir unas cuantas páginas, y pienso en el impulso de legiones de personas digamos anónimas que escriben una literatura basura, algunos de los cuales excepcionalmente han tenido la suerte de editar un título. No lo entiendo…
¿Ansia de figurar, de pasar a la posteridad?
No lo sé… se le da demasiada importancia al hecho de escribir un libro…
Yo nunca tuve la ambición de figurar, para mí la de editor es una profesión más, muy divertida, eso sí, que me animó a dejar todo para dedicarme a ello. Pero ahora ya no es tan divertido.
¿Por qué?
Digamos que un editor ya no tiene como objetivo la maravilla de un texto nuevo, que también, sino que se deja guiar más por el éxito, y la búsqueda del éxito nunca ha dado frutos. Nunca. El éxito literario ha sido por casualidad siempre.
Tal vez escribir un libro deje regusto a inmortalidad…
Es que, te lo digo de corazón, no es para tanto… además, ya hay mucho escrito… Es una insensatez escribir un libro. Sólo encuentro una razón que lo justifica: la propia prole, es decir, legar a los hijos y los nietos algo tuyo, que te conozcan un poco más. Hay gente convencida de que le darán algún día el Premio Nobel. ¿De qué te sirve el Premio Nobel? Sí, te reporta una buena dotación económica. Perfecto, eso lo entiendo, pero entonces ¡no escribas un libro! Si quieres dinero dedícate a la construcción. Nunca conocí un modo más difícil de hacer dinero que escribir.
"‘El Quijote’, siendo un libro fabuloso, sólo lo he leído dos veces. ‘Guerra y paz’, siete. No le sobra una sola página. ‘Los hermanos Karamazov’ lo he leído cinco veces"
Martin Eden, el protagonista de la novela de Jack London del mismo nombre, se siente asombrado de “la enorme cantidad de literatura sin vida que aparece en letras de imprenta”. Los 80.000 títulos que se editan en España anualmente, ¿no son una obscenidad?
Claro que sí, es obsceno. Sobre todo es obsceno que, de entrada, se sabe que de la mayor parte de los libros que salieron este sábado en Babelia, pongo por caso, no se venderá un solo ejemplar. Ten en cuenta que uno de los grandes lectores de todos los tiempos fue Borges, que leyó alrededor de cinco mil libros. Cinco mil libros en comparación con los 80.000 títulos que cada año se editan no es nada… Y nadie ha leído más que Borges.
¿Usted tampoco?
¡Ya me gustaría! Habré leído… no te sabría decir, mil, tal vez dos mil. No más.
Hace una curiosa distinción entre libros clásicos, esos en los que el lector se reconoce, como los de Dickens, y libros sublimes, en los que el lector aprende cosas nuevas, como los de Borges. ¿Cuál de estos tipos de libros le emociona más?
Clasificar los libros es de las cosas más difíciles… hablo por mí. Debo reconocer que mi vida sería aburrida si lo único que leyera fuera libros sublimes. También lo sería de leer sólo a los clásicos. ¿Mark Twain es un clásico? Aparte de las grandes obras, tiene una cantidad de libros que me divierten mucho, unos no tan buenos, otros desopilantes y algunos muy profundos.
Me divierto mucho leyendo Conrad también. ‘El Quijote’, siendo un libro fabuloso, sólo lo he leído dos veces. ‘Guerra y paz’, siete. Cinco de ellas antes de editarlo. Dos en calidad de editor. No le sobra una sola página. ‘Los hermanos Karamazov’ lo he leído cinco veces, y eso que no lo edité.
Lo que me cuesta aguantar son esos libros que, sin ser malos son… no son… no tienen esa gravedad de los que te acabo de citar.
"Mi vida sería aburrida si lo único que leyera fuera libros sublimes. También lo sería de leer sólo a los clásicos"
Pero usted editó un best seller, ‘De parte de la princesa muerta’…
Lo leí en dos días y lo acabé bañado en lágrimas, supongo que al igual que todos los lectores. Decidí editarlo sin saber lo que ocurriría con él. Hice el primer cálculo y pensé en tirar cinco mil ejemplares. Reuní a los distribuidores, porque los distribuidores son mis primeros clientes, y les conté la historia. Al terminar, todos tenían los ojos empañados. Me dijeron que no tirase menos de diez mil ejemplares. Kenizé Mourad, la autora, jamás pensó que iba a vender tanto, nunca, pero suceden los milagros. Llegó al millón ejemplares antes de que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando… Después le edité otros libros de los que no se vendieron ni la quinta parte de eso.
¿Por qué?
Mourad escribió el libro que tenía que escribir sin ayuda alguna. Después del éxito se volvió timorata, se le despertó la desconfianza en sí misma. Me consultaba cosas como si tenía que escribir en primera o tercera persona… después de ‘De parte de la princesa muerta’ no consiguió encontrar esa frescura, la frescura de la obra que nace casi sin que el autor se dé cuenta. A ese libro no le sobra una sola página. A otros suyos, casi todas o, al menos, muchas. Kenizé tenía la ingenuidad de pensar que por haber escrito un best seller estaba en ella hacer nuevamente uno. Y lo que le falta es la virginidad. Hay mucho cálculo en lo que escribe y eso resta arte y mucha narración.
Hace unos meses, la editora Carmen Barcells, a quien usted menta en varias ocasiones, depositó un manuscrito de Aliocha Coll en esas cápsulas un tanto exóticas del Instituto Cervantes. ¿Qué dejaría usted, llegado el caso?
Rehusaría. Como último recurso pondría cosas mías, propias, dejar la obra de un autor sería discriminatorio y no veo por qué tengo que privilegiar a uno. Conozco esas cajas, César Antonio Molina me las mostró… no, ni siquiera dejaría algo mío, nada de lo que he escrito tiene una futura posteridad.
"El horror no es tema novelable. En ninguna buena novela figura el horror. Primo Levi, cuando habla de Auswitch, no escribe una sola página de ese horror que conoció; el horror se presupone, no tiene que hacerse literal"
Por cierto ¿un editor acaba encariñándose de las erratas?
En absoluto, a mí me enferman, siempre, sobre todo las más escandalosas, que son aquellas que no parecen erratas pero que cambian por completo el sentido de una frase. ¿Encontraste alguna en mi libro?
Sólo una…
¡Pues hay tres! No, cuatro, y una de las escandalosas…
¿Por qué le molesta tanto que se endulce el horror con la belleza?
Porque, en mi opinión, el horror no es tema novelable. En ninguna buena novela figura el horror. Primo Levi, cuando habla de Auswitch, no escribe una sola página de ese horror que conoció; el horror se presupone, no tiene que hacerse literal. En ‘La vida es bella’ se da por sabido el horror, no se muestra. El horror tiene patente de corso. Nunca puede dar frutos aliarse literariamente con él.
"Tengo reverencia por el librero, aprecia el libro más que un impresor y más que muchos editores"
De todos los actores que intervienen en el proceso desde que se escribe un libro hasta que llega al lector (escritores, impresores, editores, representantes…) ¿por cuál siente debilidad?
Bailamos muchos en torno a esta hoguera… De todos ellos, tengo reverencia por el librero, una persona que está dispuesta a jugarse lo poco que tiene por aquellos libros en los que cree. Son pobres, si están empleados están mal pagados, si son propietarios, peor pagados. No hay un solo librero que se enriquezca vendiendo libros, tiene su capital inmovilizado, apilado, y ha de vender esas pilas para pagar el alquiler. Pero llega alguien, le deja un libro, le gusta y le hace un hueco. El librero aprecia el libro más que un impresor y más que muchos editores.
Se convierten, para muchos lectores, en un cuaderno de bitácora…
Francia subvenciona determinadas librerías, las denominadas ‘LIR’, librería independiente de referencia. Tienen apoyos fiscales porque renuncian a vender ciertas cosas que no son exactamente libros…
¿Se refiere a..?
¡Es que no se puede colocar en la misma mesa a Ovidio y a Dan Brown! Los libros tendrían que estar identificados. Es como colocar una viñeta de Forges en una exposición de Picasso. ¿A que no te encuentras un disco de los Rolling Stones en la sección de clásica? Entonces, ¿por qué tienen que convivir Harry Potter junto a Miguel Hernández? Es, cuando menos, insalubre.